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ADIÓS, CAMP NOU
Artículo escrito por Guillermo Nicolau.
Pienso en ti y en cómo decirte adiós y el boli parece que no escribe, las teclas del portátil se atascan y las ideas se escabullen como arena entre mis dedos. No será por falta de recuerdos, te lo prometo. De la mano de mi padre y de mi abuelo, el invierno de 1993, nace el primero. Con una sonrisa de oreja a oreja, anonadado por tu inmensidad, encandilado por aquel equipo de Johan, me emocioné con los goles de Nadal y Witschge. Nos fuimos a casa pensando que a Julio Salinas le habían anulado su gol con razón, pues siempre estaba en fuera de juego. Mi padre aún maldice que no tuvieses pantallas, “se ve mejor en casa”. Y no volvió más. Él ya había visto a su Laudrup y el gol de Salinas había sido legal.
De otra galaxia, dijo mi abuelo al llegar. Él hubiera vuelto cada fin de semana. Y yo con él.
Y no volví a verte pasado mucho tiempo, no sé muy bien porqué, quizá por respeto, quizá por dinero, quizá por si lo estropeaba. Como aquella primera cita que es tan maravillosa que tienes miedo a una segunda. Y entonces volví, a la presentación de un francés al cual aún intento imitar, que con el 14 a la espalda decidió venir para ser campeón de Europa. Y lo fue. Y nosotros con él. Y entonces fui más a menudo, siempre con buenos amigos, que si un Gamper, que si otro, que si un partido de Copa, que si un partido de Liga intrascendente… Y poco a poco sentí que no podía despegarme de ti. Qué cantidad de gente feliz, pensé en la fiesta del (primer) triplete, y era en parte, gracias a ti.
Junto a ti vi el primer Gamper de Pep, ¡qué hinchada la de Boca! Y junto a ti me despedí de él. Nos mandó seguir con el cinturón bien apretado, que él se lo desabrochaba, que no podía más, ¿recuerdas?
Junto a ti vi a Messi romper cinturas alemanas, acercándonos a otro triplete. Te juro que pensé que te hundías con el segundo gol de Leo. ¿De qué planeta vino? Seguramente del mismo que su ídolo, el cual también tuvo el honor de gambetear junto a ti.
Junto a ti viví los momentos más tristes de nuestra historia reciente. Estabas tan vacío, tan frio. El equipo no ayudaba, pero era cuando teníamos que ayudarle nosotros a él. Mi madre siempre me dijo que en las malas es cuando tiene mérito ir. Y ahí estábamos mis amigos y yo.
Junto a ti jugué un partido con demás socios del club. Qué tarde aquella, qué grande eres desde ahí abajo y qué bien se juega en tu césped. No fue más que una pachanga, y no un sueño cumplido como sentían la mayoría, pero qué pachanga. Qué fotos me hicieron mis fotógrafos desde la grada, jamás entenderán el valor que tienen para mí esas imágenes ¡parezco alguien! Y por supuesto, jugué junto a dos grandes amigos míos, como no podía ser de otra forma, uno a cada lado. Quizá eso sí fue un sueño cumplido.
Me dejo recuerdos en el tintero, pues no quiero que el lector se pierda lo que aún me falta por decir.
Estás mayor, cansado y con heridas que es necesario curar. Es normal, no te culpes, es buena señal. Toca chapa y pintura, querido, les llega a todos. Es hora de estar un tiempo sin vernos. Y ya sé que no es un adiós, sino un hasta luego, de los de verdad espero, y no un “ha estado bien, tenemos que repetirlo” que decía Chandler de Friends. Pero ambos sabemos que no será lo mismo. Y por eso, necesitaba despedirme de ti.
Necesitaba dejarte atrás, pensando en volver, como siempre vuelven las olas del mar para morir en la orilla. Para morir contigo en cada gol, en cada ocasión fallada, en cada injusticia, en cada derrota y en cada remontada. Necesitaba mirar tu fachada una vez más, con nuestra bandera por delante del resto, sabiendo que, si no liderases esa carrera, yo también estaría siempre que la vida me lo permitiera.
Esa necesidad tan humana de vivir un adiós, sabiendo que será triste y doloroso, sabiendo que el recuerdo de algo tan bello nos hará llorar hasta dejarnos secos. “No os diré no lloréis, pues no todas las lágrimas son amargas”, dijo Gandalf.
El día que te dije adiós, curiosamente, me gustaba todo de ti. El largo camino que recorro hacia ti, los quebraderos de cabeza para aparcar, las colas para poder entrar, la estrechez de según qué fila de asientos… Qué cosas, ya lo estoy echando de menos.
Dice Sabina que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver. Lo siento Joaquín, no estoy de acuerdo.
Volveremos, Camp Nou.
Fins el proper dia de partit.