Xavi como experiencia religiosa
Nunca la destitución de un entrenador había generado tantos sentimientos en mí
El folio en blanco se siente como la entrada al purgatorio, o al menos esa es mi percepción. He cometido un pecado que mi yo de 2011 no me perdonaría jamás y me aventuro a tratar de justificarme. Sé que debería de pedir perdón, o al menos creo que es lo que se debe hacer en este concepto religioso expuesto al comienzo del texto. Pero allá voy. Esbocé una sonrisa cuando, a la salida de los Cines Renoir ubicados en la calle Princesa de Madrid, leí que Xavi había anunciado que iba a abandonar el Fútbol Club Barcelona a final de temporada. Ese es el pecado. Me alegré de que fuese a terminar aquello que hubiese deseado que fuera eterno.
Antes de argumentar mi postura, o al menos intentarlo, quiero dejar claro que adoro a Xavi. Creo que mi devoción por él se aproxima bastante a la que sentía David Foster Wallace hacia Roger Federer. Verle jugar era una experiencia religiosa. Su comprensión del juego me hacía creer que sería un digno sucesor de Guardiola en el banquillo del Camp Nou. Pero olvidaba que la genialidad no se puede reproducir y que los sueños no siempre se hacen realidad.
Creo que no se puede analizar la etapa de Xavi como entrenador del Barça sin tener en cuenta los factores externos. Su llegada me pareció precipitada, sentía que el contexto no era el propicio y tuve miedo de que Xavi no triunfase en el club. Pero, por otra parte, era necesario recuperar la ilusión de un aficionado que todavía no había asimilado la marcha de Messi. Dicho en otras palabras, el Barça necesitaba a Xavi y él es un hombre de club. Es de lo poco acertado que ha dicho recientemente en rueda de prensa, aunque ese es otro tema que no me apetece tratar en este momento.
Levantó a un equipo muerto que veía la cuarta posición como una utopía que cada semana parecía menos realista que la anterior. En seis meses eran segundos, 0-4 en el Bernabéu de por medio. Al año siguiente ganó la Supercopa. Jugando bien, además. Aquello que Xavi tanto predicaba. Y contra el Real Madrid, con todo lo que esto supone a nivel anímico. También ganó la liga. Y vaya que si la ganó. 14 puntos de ventaja con respecto al perseguidor. Con incontables porterías a cero. Algo que cuesta creer después de que el Barça haya concedido 19 goles en el pasado mes de enero. Una clara prueba de que el equipo se le ha caído a Xavi en esta tercera temporada, la segunda completa. Él nos quiere hacer creer que está liderando un proyecto en construcción, aunque la realidad es que parece una deconstrucción.
Esa es la causa principal de que, instintivamente, esbozase una sonrisa al conocer la noticia. Nos estábamos haciendo daño. Todo lo que construyó se estaba cayendo a pedazos. Como las chapuzas erigidas en España durante la burbuja inmobiliaria. La posibilidad de que Xavi consiguiese revertir la situación parecía irreal. Por eso quiero que se acabe. Probablemente sea mutuo. Cuanto antes ocurra, mejor. Xavi se merece que le recordemos con cariño. Como el mejor centrocampista que ha pisado el club. Como el entrenador que levantó a un Barça hundido y le dio la primera liga post Messi.
Columna de Javier Ferrús (_javierferrus)