Ter Stegen y las cicatrices aún pendientes de sanar
El alemán ha tenido épocas en las que ha aguantado al equipo junto a cierto astro llamado Leo Messi, pero sus pesadillas todavía evocan a Roma, Anfield o Lisboa
El FC Barcelona llegó al estadio Luis II con una sonrisa de oreja a oreja que revelaba su renovada autoestima y se marchó dolido. Incluso en la ciudad del lujo, los blaugranas se permitieron uno con el que pocas veces se puede sacar rédito: jugar con un futbolista menos desde prácticamente el inicio del partido. Marc-André Ter Stegen y Eric Garcia fueron los protagonistas de la foto de la desgracia que para los culés, después de los últimos años, aún estaba tardando en llegar. La traumática cinemática de Ronald Araújo en los últimos cuartos de final contra el París Saint-Germain aún no se había desvanecido y apareció de nuevo otra instantánea perfecta para desatar el fatalismo blaugrana. Garcia acabó con la roja, el resultado final con un 2-1 a favor de los monegascos y Ter Stegen demostrando que hay heridas aún pendientes de sanar.
La jugada que condicionó al Barça en Mónaco tiene diversas líneas de interpretación. Al final, el fútbol no es un deporte rígido, sino más bien líquido, siempre abierto a los matices. Ter Stegen tenía tanto a Pau Cubarsí como a Íñigo Martínez abiertos y a Eric Garcia por delante, pero cubierto. Era tan legítimo pensar que podía cederla simplemente a Cubarsí o Íñigo como al propio Garcia para que la abriera a los centrales. Incluso un patadón hacia adelante para no jugársela atrás a costa de hacerlo arriba con las redes de caída. Lo que quizás hace dudar menos es que el alemán, de buen pie, tardó en pasar el balón e hizo dudar a Eric. Y el catalán, en lugar de ser más conservador -aunque probablemente la jugada implicase el 1-0 en el marcador-, forzó hasta el punto de ver la roja.
Un trance del juego como el que protagonizaron los culés en el estadio Luis II nunca es agradable, pero no deja de ser exactamente eso: un trance que puede suceder y al que te tienes que adaptar. El dolor llega porque un error puede desatar que hay cicatrices aún abiertas. Que la autoestima y la serotonina ya pueden estar por los cielos, que si una herida no se ha curado correctamente antes de encontrarnos bien, puede volver a hacer mucho daño incluso cuando creemos estar en nuestro mejor momento. No es un fallo cometido por un jugador cualquiera -que, técnicamente, sería criticable por los mismos argumentos futbolísticos-, sino el de un portero que defiende desde hace una década la portería blaugrana y que no siempre ha estado al nivel que se pretende en un club que aspira a ganar todos los títulos.
El alemán -más que habituado a la portería culé- es correcto, pero ya no es un jugador que te gane partidos
Cuando Ter Stegen aterrizó a Barcelona, lidió con la competencia de Claudio Bravo en sus dos primeras temporadas, pero lo hizo con perspectivas a futuro. Viudos de Víctor Valdés y agradecido con los servicios de José Manuel Pinto cuando el club más lo necesitó, parecía que con él había un futuro asegurado. Técnicamente, ese futuro no se ha perdido, pero tampoco se ha desarrollado como el imaginario culé deseaba. Ha tenido épocas en las que ha aguantado al equipo junto a cierto astro llamado Leo Messi. Pero sus pesadillas todavía evocan a Roma, Anfield, Lisboa… El alemán aparece en todos y cada uno de los traumas del Barça de la última década en Europa, no sin olvidar que fue uno de los jugadores que renovó su contrato con Josep María Bartomeu justo antes de su dimisión. Durante una época negó que su rodilla condicionara su rendimiento -cuando, por ejemplo, periodistas como Jordi Cardero lo explicaron en el Diari ARA con todos los porqués- cuando, una vez sanado, fue uno de los sostenes de la excelente temporada 2022/2023 que protagonizó para ser clave en la conquista de la Liga. Un pequeño oasis entre lo que hizo antes y llegaría después.
Ter Stegen con los pies es el concepto de portero que todo culé desea para el Barça. Pero si algo ha demostrado Víctor Valdés en este siglo, es que un cancerbero blaugrana no solo necesita eso, también ser determinante. Véase cuando lleguen los vendavales en contra o parar las dos o tres ocasiones clave del rival cuando estás dominando el juego y muy adelantado. Una situación paralela a la que vive Cubarsí: no es exclusivamente buen central por romper líneas enteras con sus pases, sino por lo pegajoso que es la hora de defender tanto a campo abierto como en la propia área. El alemán -más que habituado a la portería culé- es correcto, pero ya no es un jugador que te gane partidos. Una pequeña losa en Europa por las heridas aún no cicatrizadas del pasado. Da pie a que, desde la perspectiva más fatalista y autodestructiva, aparezca la imagen de hace dos años de Thibaut Courtois en la Champions. El volcán ha erupcionado “como el inoportuno mensaje de tu ex, que llega cuando parecía que volvías a estar bien”, que cantaría Waor.
Columna de Joan Cebrián (@Motijoan)