Los niños quieren ser como sus superhéroes
El Bayern, que llegaba a Barcelona habiéndole perdido el respeto al club y lanzando mensajes por redes sociales, olvidó que los adolescentes responden a todo
Columna de Pablo Carretero (@Carretero__)
Dicen que estás jodido cuando tus ídolos comienzan a ser más jóvenes que tú. Supongo que ha llegado ese momento, pero bendita sensación. El Bayern, que llegaba a Barcelona habiéndole perdido el respeto al club y lanzando mensajes por redes sociales, olvidó que los adolescentes responden a todo. Lamine, sin edad todavía para entrar a una discoteca, puso a bailar a Davies. Dio una asistencia, pero nosotros preferimos quedarnos con el caño, los regates sin tocar el balón o la rabona, demostrando una vez más que necesitamos menos goles y más espectáculo. Cubarsí, con esa sonrisa de niño bueno, aguantó el pulso a Harry Kane y le susurró: «Por esto todavía no tienes ningún título». A Casadó le comparaban con Kimmich y ayer decidió exhibirse hasta tal punto que su encuentro debe ser visto por todo el que quiera competir en cualquier disciplina. Lidera y siente el club de una forma que eriza la piel. Ni hablar de Raphinha, que personaliza como ninguno la catarsis que vive el Barça. Su rendimiento es un fallo en la Matrix, un bug de videojuego. Ya sabemos por qué no parece brasileño: es más catalán que la Creu de Sant Jordi. Ahora en las aulas quieren ser Lamine Yamal, Cubarsí, Pedri o Raphinha. Los niños quieren ser como sus superhéroes.
La vida nos enseña que resistir no sirve para nada. Es un concepto vacío, que nos empuja a aguantarlo todo y abrazar una falsa sonrisa que terminará por hundirnos. Es mejor caer, identificar aquello que no funciona y trabajar para cambiarlo. El Barça de Flick es precisamente esto. El alemán cogió un equipo en trance tras la marcha de Xavi, figura que condensaba todo aquello que el culé anhelaba, y en apenas 5 meses ha hecho que el aficionado vuelva a creer. El que antes se sentaba con desidia delante del televisor ahora disfruta viendo a su equipo y se reconoce a sí mismo en el fútbol que practican 11 tipos tan extraños como familiares. De repente el calendario, que hasta ahora le parecía salvaje, se le queda corto. Quiere más. Necesita más.