La metaliteratura de Lewandowski
El polaco demuestra por qué el fútbol y la literatura tienen tanto que decirse
Los escritores y los delanteros son dos gremios hermanados. Los primeros crean belleza a través de las palabras y los segundos haciendo que el esférico choque con las redes de una portería, con la naturalidad como nexo común. No necesitan pensárselo demasiado para lograrlo. Al fin y al cabo, lo que tienen es un don. Una mesa desordenada llena de libros. Un pequeño rezo antes de entrar al césped. Ceniceros con más colillas de la cuenta. Ponerse primero la bota del pie izquierdo en lugar de la del derecho. Cada uno tiene su pequeña idiosincrasia, pero los talentos pierden épica si no deben superar baches por el camino. Las malas rachas también existen para los especialistas en la normalización de la excelencia. Hay veces en las que la pelota, por mucho que la tengas o te venga en una posición ideal, no entra. Otras en las que cualquier documento acaba en el origen: en blanco. Una vez llegada la urgencia, véase en forma de fecha límite o Vitor Roque, es cuando tiran del instinto de supervivencia, la condición más primitiva del ser humano. Después de nueve goles en el primer tramo de temporada y los mismos tantos en dos meses de 2024, la campaña de Robert Lewandowski es una función en la que demuestra por qué el fútbol y la literatura tienen tanto que decirse. También que las cosas podrían ser mucho peor, que podría periodista deportivo, el tipo que se queda estancado en el último eslabón de las letras como del balón.
Por Joan Cebrián (@Motijoan)