Días de verano para lamentar a Marc Bernal
Las lágrimas que ha producido el bergadán también se deben a que, al fin, parecía existir un heredero digno de Sergio Busquets
Este verano ha arrancado con las sirenas afinando sus melodías y dirigiendo sus cánticos hacia Arístides Maillol -esta vez, con más argumentos coherentes que de costumbre- reclamando dos objetivos prioritarios para el FC Barcelona en este mercado de fichajes: un extremo y un mediocentro. Se ha desarrollado con la decepción de no poder incorporar al deseado Nico Williams y el intento de hacer creer que, ‘por el mismo precio’, Dani Olmo era un jugador mediocre. Una pieza innecesaria. Mientras tanto, para ese acueducto tan importante y específico para la arquitectura blaugrana llamado pivote, no llegaba nada. Todo porque Hansi Flick, a quien el ‘ruido’ creía que podía dominar como Sebastián a Flounder, paró las rotativas. Se fijó en un tal Marc Bernal, que con la inusual eclosión de jugadores como Pau Cubarsí o Lamine Yamal pasó por debajo del radar de la mayoría de la masa social, pero parecía hecho a medida para lo que pedía tanto el alemán como la idiosincrasia culé. Y ahora no quedan días de verano para no lamentar la lesión de un chaval de 17 años capaz de levantar a la afición de su silla con solo tres partidos en Liga.
Con ‘pocos’ partidos con el primer equipo, Marc Bernal ha conseguido que un 27 de agosto de 2024 quede guardado en la memoria de la masa social culé. Dependiendo del desarrollo de los acontecimientos, su rotura de ligamento cruzado anterior y la lesión asociada al menisco externo se convertirán en una anécdota o en uno de los mayores “y si” de los últimos años. Todo porque Bernal, sin tener la carga de minutos con la que ya cuentan Cubarsí o Yamal, tendió y destruyó puentes entre la afición blaugrana, la forma que Flick para su Barça y las ideas que cíclicamente han intentado inculcar desde lugares como un recientemente incendiado edificio de la plaza Francesc Macià o el nido de visibilidad para nazis en el que se ha convertido Twitter. Si todos los caminos llevan a Roma, sobre el césped, el bergadán mostraban cuáles eran los correctos y los incorrectos, con una tranquilidad insultante para ser menor de edad.
Marc Bernal logró que la transición al doble pivote, esa herramienta que algunas veces ha sido usada en el Barça como un invento del diablo, fuera suave. Daba igual que Rafa Márquez ya usara esta fórmula en el Barça Atlètic con él y Marc Casadó, el primer equipo no deja de ser un salto importante. La idea y todo lo que implicaba ese esquema, por mucho que nunca sea algo estático y que tanto el fútbol como un partido tienen diferentes fases, asustaba. A cada minuto que brillaba, mataba un poco más el mirar de lado a La Masia -recordemos que, sin ser mal jugador, Xavi Hernández quería a Guido Rodríguez- y que los pivotes ideales para Can Barça tienen que correr mucho, ser muy fuertes y correr aún más -minuto de silencio para más de una redacción deportiva catalana-.
Después de muchos fracasos para sustituir a Sergio Busquets -tanto en vida como post mortem en su etapa como culé-, por fin un jugador sí que hacía cosas como las de Busquets
El bergadán elegía bien con y sin balón, siempre calmado en su toma de decisiones y optando tanto por las opciones de pase como por las correcciones o presiones correctas. Todo esto siendo alguien esbelto, con pintas de “flaco fumón” y tatuado con dos franjas negras a pesar de ser menos de edad. Es decir, con algunas diferencias, un espejismo de 2008. Un heredero digno al trono del tipo que, para Román Riquelme, “engañó al fútbol mundial”. Las lágrimas que ha producido Marc Bernal tanto en el club blaugrana como en su masa social no solo son por cuestiones futbolísticas, sino porque después de muchos fracasos para sustituir a Sergio Busquets -tanto en vida como post mortem en su etapa como culé-, por fin un jugador sí que hacía cosas como las de Busquets. O, al menos, parecía entenderlas como él.
A veces, el fútbol también se divide entre hippies, jugadores de buen ver como Frenkie de Jong que aparentan ser muy buenos o ideales para cubrir las necesidades de su equipo y acaban siendo malos; y los punkis, futbolistas alejados del buen ver (la estética quinqui sigue siendo objeto de debate) que ni siquiera están presentes en nuestros planes que luego se convierten en la mejor sorpresa positiva posible. Bernal era del segundo grupo. Y si no quedan días de verano para no lamentar su lesión es porque, con pocos partidos cumpliendo el sueño de su vida, ha conseguido que ni Marc Casadó ni Eric García suenen tan convincentes como sustitutos al uso.
Artículo de Joan Cebrián (@Motijoan)