Aquella sensación extraña
Y entonces caí. La euforia contenida, los nervios, la lentitud con la que avanza el día... Había olvidado lo que significaba disputar una ronda final de la Champions League
Ayer me levanté con una sensación extraña. El café, la ducha, incluso el tren, con sus 15 minutos de retraso de rigor. Todo estaba empañado por un no sé qué. Sabía que por la noche había partido, a las 21:00 contra el Nápoles: la hora de la verdad en la Champions League. Y entonces caí. La euforia contenida, los nervios, la lentitud con la que avanza el día… Había olvidado lo que significaba disputar una ronda final de la Champions League.
Llego a la Universidad y saludo a mis amigos. “Tengo una sensación extraña hoy, siento que nos va a ir mucho mejor de lo que nos pensamos”, dice alguien. Me alegra pensar que no soy el único loco de la sala. Xavi ha encontrado su once tipo, al menos con los jugadores de los que dispone. ¿Cubarsí o Iñigo? Mi única duda. Me tomo el segundo café del día. Los nervios van en aumento.
Llego a la radio para hacer la previa del partido. Quedan dos horas, el reloj rojo del estudio avanza despacio. Un especialista del fútbol italiano nos tranquiliza respecto al Nápoles: “nada que ver con el del año pasado”. Y de repente, salen las alineaciones. Iñigo titular y Roque, Guiu y Félix en el banquillo. Hoy sí tenemos pólvora, pienso. Salimos del estudio y pongo la radio. “20:00 en punt, salutacions desde el Diego Armando Maradona”. Piel de gallina. Con la previa de fondo recuerdo tiempos mejores. Alineaciones con Messi como titular, pronósticos optimistas fuera cual fuera el rival porque ninguno era el Barça. Pep, la MSN y aquella sensación extraña. La misma que me había acompañado durante todo el día. La Champions, cómo la echaba de menos.
Columna de Jon García (@JonGarciaCas)